jueves, 9 de mayo de 2013

El silencio y la seda, Poetas cordobesas frente a Julio Romero de Torres

Hace pocos días se presentó una nueva antología del Colectivo Abierto de Poetas Cordobesas: El silencio y la seda, en el salón de los mosaicos del Alcázar de los Reyes Cristianos. Un hermoso acto presidido por el Concejal de Cultura del Ayuntamiento de Córdoba, Juan Manuel Moreno Calderón, el director de la editorial El Páramo, Juan Manuel López García, y las poetas Juana Castro, Balbina Prior y María Luz Escuín. Se trata de un proyecto concebido desde hace ya muchos años y que por fin ha visto la luz gracias a la colaboración de la editorial El Páramo y el Ayuntamiento de Córdoba. Es un trabajo hecho no sólo con aspectos reivindicativos de la mujer en el plano cultural y poético de nuestra ciudad y de nuestro pais sino también de homenaje a Julio Romero y a esa mujer que representaba en sus cuadros, esa mujer de una generación anterior, la mujer del siglo XX que eran las madres y las abuelas, mujeres con aspiraciones y que nunca pudieron desarrollar sus capacidades debido a la tracicional marginación a que siempre estuvieron sometidas.
El libro tiene un gran atractivo, no sólo por las prestigiosas plumas que participan en él, sino además porque va acompañado de ilustraciones detalle de los lienzos que Julio Romero pintó. Las participantes del libro son: Mut´a, Uns al-Qulub, Aisa bint Ahmad al-Qurtubiyya, Umm as-Sad bint Isam al-Himyari, Concha Lagos, María José Rodriguez Millán, Encarna García Higuera, Soledad Zurera, Juana Castro, María Luz Escuín, Ángeles Mora, Mercedes Castro, Lola Salinas, Matilde Cabello, Concha García, María Rosal, Rafaela Hames, Pilar Sanabria Cañete, Isabel Pérez Montalbán, Balbina Prior, Araceli Sánchez Franco, Leyla Ouf, Mertxe Manso, Verónica Moreno, Ángela Jiménez, Ana Castro y José María Baez.

Les dejamos con dos poemas de dos poetas participantes.

EN LA LIGA DE UN SUEÑO

                        Lírica hallada en el encuentro con dos cuadros

Años atrás quise retener en un poema
"La Señora de Rojo" de Moroni, en la sala 6,
pero cuántos habré perdido
por infectadas picaduras de tiempo.
Cumpliendo hoy un deber, paseo por la ribera en obras
hacia el museo de Julio Romero, empleado
de la fábrica del color y amanuense dilecto de pasiones.
Tengo el propósito de adentrarme de nuevo en luz,
aunque siempre insista en evadirme por las sombras,
bogando en trasuntos claros y débiles oscuros,
como ecológico torero afilando su estoque,
rockero a sueldo de la industria y la pura hiel sin ventas,
entre un lápiz y las brujas que gobiernan mi ordenador imantado,
poetas entre Sofá y Experiencia,
artistas de corazón, que duermen sin privacidad con el caballero cuché,
o la Europa del euro abatida entre austeridad y crecimiento.
Años atrás quise vivir mis sueños, y ahora ya sé,
como Don Julio nunca negó, que solo rozamos el arte de sus mujeres,
el de sus tinieblas enemigas, y en la pelea cotidiana del existir
dependemos de una única boya aislada del Atlante Deseo,
porque a sabiendas señala el regreso a lo real.
Años atrás quise robar el cuadro de Moroni,
pero se tornó imposible porque las puertas cerradas
de la National Gallery lo impidieron.
Quiero aprehender hoy el mundo de un sólo cuadro de Julio,
pero seguro que no será por la prisa canalla de los tiempos,
ni por los malditos horarios de lo irreal,
pongamos si hubiera "En la liga un Sueño".

                    BALBINA PRIOR



RIVALIDAD

Porque es la noche de mujeres oscuras
y el esplendor de una herrumbre primitiva
de ese viento indomable de la entrega,
de ese delirio adintelado de ceniza.
Por todo equipaje esa penumbra que clama desnuda,
ese mendicante clamor certero,
desventura femenina sin fianza,
prendimiento de una sed de siglos sin primavera.
Mujeres ramificadas
en el eco de lo siempre consumado,
con la larga herencia de las lumbres ateridas.
Rivales que, beligerantes de por vida,
librarán batallas anegadas por lo bello.
Ellas siguen ahondando nuestra zubia
y también ese infinito relente de intemperies,
ese veredicto de evidencias condenadas
que Eva nos traspasó
en el caudal fecundo, enconado y torrencial de su sangre.

               PILAR SANABRIA CAÑETE

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