miércoles, 10 de abril de 2013

Entrevista a José Cañuelo Calero

FSM.-  José, ¿cómo y cuándo empieza en ti el interés por la poesía?
JCC.- En algún momento, entre mi infancia y juventud, cuando pasaba las horas ante un baúl lleno de libros que había en mi casa. En aquellas horas suspendidas en el vacío, los versos, de pronto, se volvieron chispazos en mi pensamiento. A los trece años empecé a escribir los primeros poemas y a leer poesía de forma continuada. Toda mi vida luego ha estado vinculada a la poesía, aunque la convicción ha sido más reciente, cosa que debo agradecerte a ti, que me animaste mucho a ello y a Manuel Patiño que me dio la oportunidad de publicar mis dos primeros libros. Os agradezco mucho esa ayuda inicial que todo poeta necesita.       
FSM.- Hace poco fuiste nominado al premio Solienses por tu libro titulado La ciudad de los ángeles. ¿Qué significó estar entre los finalistas y de qué va este poemario?
JCC.- Satisfacción, mucha satisfacción. Con la nominación me di por premiado. Y me ha servido para tomar conciencia de la necesidad de escribir con un fuerte sentimiento de las raíces para buscar los universales. Mis raíces están en Los Pedroches y en mi pueblo, Villanueva de Córdoba, que no suelo tratar como tema pero sí constituye mi fuente de inspiración primicial, sobre todo en lo que se refiere a adentrarse en el encinar y en la vida austera jarota y que son las gnosis que originan mi escritura. En cuanto a “La ciudad de los ángeles” creo que responde a aquel verso de Dante que dice “en medio del camino de la vida, me perdí por una selva oscura”. El libro consta de tres partes: errancia, advocación y epifanía. Son a modo de tres movimientos a cerca del sentimiento oceánico: recuperación de la palabra, advenimiento del amor y manifestación del sentimiento de lo absoluto. Está incardinado por un símbolo interno que es el bosque y un símbolo externo que es el ángel.
FSM.- ¿Podrías hablarnos de tu primer libro El mar de los veranos?
JCC.-  Este poemario versaba sobre lo efímera que es la felicidad y la plenitud en las edades de la vida. Estos poemas estaban escritos en unas versiones previas que se perdieron y los volví a escribir desde lo que recordaba de ellos. Me sorprendió comprobar que los poemas no se pierden, sino que se adhieren como Jonás al vientre de la ballena y esperan para salir. Estos poemas están incardinados en el símbolo del mar, el mar anhelado y anhelante, aludiendo a Juan Ramón Jiménez, porque este mar que yo buscaba no era sino el interior.
FSM.- En breve se va a presentar tu nuevo poemario Bajo racimos de uvas rojas. ¿Podrías anticiparnos algo sobre el contenido de este nuevo libro?
JCC.- Este poemario responde a lo que María Zambrano decía sobre que cuando vemos con mucha claridad una de nuestras edades, es porque ha muerto. Es un regreso a la casa de mi infancia y juventud para evocar aquella edad en un canto agónico y darle sepultura en las raíces de la parra alta de uva roja. Para que la vida pueda seguir hay que soltar lastre. El símbolo que incardina este poemario es la crisálida, donde radica el don de la metamorfosis aludido por Elías Caneti.
FSM.- José, ¿a qué poetas admiras y cuáles crees que han dejado en ti una mayor influencia?
JCC.- Es difícil precisar influencias entre tantas lecturas.  Escribes  y van apareciendo influencias, unas conscientes y otras no. Esto es lo sorpresivo de la escritura. Cuando escribí “La ciudad de los ángeles” arranqué de la concepción de los ángeles de Rilke, pero en el resultado, entiendo, nadie encontró a Rilke, sino al Aleixandre surrealista de “Pasión de la Tierra” que tenía olvidado entre mis lecturas de juventud y al Lorca de “Poeta en Nueva York”. Las influencias son paradójicas. Actualmente presto mucho interés a la poesía de San Juan de la Cruz, Góngora y Manuel Gahete. Es este un interés más por el paradigma de sus escrituras respectivas que por escribir al modo de ellos. Conscientemente reconozco que el uso de la elipsis y la irrupción de temas de forma aleatoria lo he rumiado leyendo mucho “La tierra baldía” de Elliot. La llamada escritura automática la he tomado sobre todo de los surrealistas andaluces como Alberti, Lorca y Aleixandre. He buceado, como he podido pues es inglesa, en la que entiendo es una exquisita sintaxis metaforizante en el poeta modernista estadounidense Wallace Stevens. Pero la poesía que más me interesa es la poesía mística, que es donde las ideas estéticas y el sentido del uso del lenguaje quizás ha llegado a lo más alto en poesía.   
FSM.- Siendo la poesía un género minoritario, ¿por qué crees que se sigue escribiendo poesía?
JCC.- Tengo mis dudas sobre que la poesía sea un género literario. Desde luego, el lector de narrativa no es el mismo que el de poesía. El fenómeno de la narración está muy ligado a la memoria, a la imaginación y a un discurso que sustente un relato lógico del mundo, en cambio, el de la poesía está más ligado a la contemplación, a la aprehensión de lo irracional, a la captación del símbolo y la paradoja ... La disolución postmoderna de los géneros no es posible completamente, no sin el riesgo de acabar con la  propia poesía. Todas las artes y géneros pueden adjetivarse, en un momento y características dados, de poéticos, pero sólo en la poesía es sustantivo. La verdadera razón de que se siga escribiendo poesía no es comunicativa ni filosófica ni lingüística, con serlo también, sino singularmente espiritual, es la necesidad del ser humano de comprobar sus coordenadas de temporalidad, individualidad y materialidad: es decir, saber acerca de su status creaturae. 
FSM.- Podrías darnos una definición de poesía.
JCC.- En esto creo que tengo una idea atípica. Permíteme que conteste, explicando el proceso que sigo con la palabra. Esencialmente, poesía es aquello que se hace con una intención poética. No hay canon. Esto que dicho así parece simple, se complica un poco. Desde luego no es todo vale. Desplegar intención poética es desplegar internamente un lenguaje singular -y por tanto discontinuo del social y lingüístico objetivo-, a base de significados, símbolos, referencias propias… para una idea, emoción, sentimiento, percepción…para verterlo en las palabras de una lengua. Luego ese lenguaje interno ya es estética, entonces, la palabra, adopte la característica que adopte, no será funcional, conversacional, lógica u objetiva sino singularmente poética. Esa poeticidad no viene dada por arte externo aplicado a las palabras,  sino por ritmos, sentidos y valores estéticos que están en el ámbito del lenguaje interno y que se plasman en el ámbito de una lengua, aunque sea la lengua la que configura continuamente al lenguaje interno. Rilke decía que paseando por la playa, oyó en su cabeza los primeros versos de su elegía. Otros poetas, con los que he hablado, dicen lo mismo, pero no es mi caso. Respeto y disfruto a los poetas de la sonoridad. Pero la música en poesía para mí es un misterio al que no tengo acceso. Si me lo propongo, puedo imaginar su sonido, claro está, pero, de hecho y proceso lector, para mí, las palabras surgen en el silencio, cuya mejor alegoría es el silencio profundo del encinar de la dehesa; la palabra, entonces, surge como un destello de luz sobre la espuma de las olas, en su apariencia ideovisual. Por poner un ejemplo: idea, del griego y concepto, del latín; la primera tiene unas características etimológico-ideográficas que la hacen más sensible que cerebral, lo contrario que a la segunda. En el mismo sentido, que Góngora y Lezama Lima me parecen, ideográficamente, más sensoriales que Quevedo y Borges. Para mí la poesía se hace para la lectura y en silencio se lee. La palabra de poema es el ruido visual que surge en el silencio del pensamiento, cuya mejor elaboración que conozco es el silencio sanjuanista.
FSM.- ¿Cómo ves el panorama de la poesía cordobesa?
JCC.-  Pues creo que habría que empezar a considerar que hay más cosas que la poesía de Cántico. Luego habría que superar el desinterés de los unos por los otros. Tendrían que ser los propios cordobeses los que estudiasen su propia poesía sin esperar a que vengan los de fuera a revalorizarla. Los grupos y las generaciones acuñados no bastan para estudiar la poesía cordobesa porque hay autores que se incorporan más tarde o no se integran. Se escribe mucha poesía, pero hay poco interés teórico por ella. Lo importante, creo, es que haya análisis y criterio sobre lo que se va escribiendo, no sea que nos ocurra como al siglo de oro de la poesía latina que después de creerse su propia efervescencia sólo hayan quedado Catulo y Marcial para la posteridad. Para mi gusto, uno de los asuntos de más calado de la poesía cordobesa posterior a Cántico es la neomística de Manuel Gahete.
FSM.- ¿Cuándo te das cuenta que estás ante un gran libro de poesía? ¿Qué ha de tener en tu opinión para que digamos que estamos ante un poemario de calidad?
JCC.- Antepongo siempre apreciación a criterios porque lo que más me interesa es captar al ser humano en su obra. Acto seguido, tengo en cuenta ideas estéticas, pensamiento lógico e ilógico, explotación de las posibilidades del lenguaje y materialidad de las palabras. Y si, además de esto, el poema puedo hacerlo mío de tal forma que con su lectura puedo explicar algún aspecto de mi propia vida o entender que algo cambia o podría cambiar de mí mismo, considero que ya es irreemplazable.      
FSM.- José, ¿hacia dónde crees que debe ir la poesía en nuestro tiempo si es que debe ir hacia alguna parte, debe marcarse un rumbo, qué opinas?
JCC.- No sé bien hacia dónde debe ir. Cómo saberlo, la poesía tiene el rumbo que le imprimen los que la hacen en cada momento y somos conscientes del rumbo cuando éste ha cambiado ya. Por eso podemos hablar, ahora, de poesía social, de poesía de la experiencia… La poesía necesita un rumbo siempre. La poesía es uno de los grandes objetos espirituales de la humanidad y miles de personas que toman decisiones que repercuten en sus semejantes, que necesitan un momento de reflexión o que necesitan restituir su dignidad, lo hacen ante un poema.  Lo que no tengo tan claro es que deba darse una ingeniería poética para crearlo. El rumbo debe surgir de la nueva percepción. Si el nuevo rumbo se define como una modificación del anterior, habrán quedado atrás la claridad como criterio, el hermetismo como solución, la complacencia en una vida privilegiada como método y la anécdota biográfica que lastra el poema para ser un camino propio del lector. Ni forma sin contenido ni contenido sin forma, aunque la primera sería poesía antes que la segunda. Las artes de la versificación han dado paso a la preeminencia de las ideas estéticas, pero quien tenga el talento para cultivarlas no tiene por qué renunciar a ellas. Pero el reto de nuestra poesía en este siglo, estaría en releer nuestra tradición de pensamiento y poesía, para continuarla o para innovarla, y, desde las concepciones actuales, ponerla en comunicación con el contexto cultural hispánico, el que forman casi quinientos millones de hablantes de nuestra lengua en todo el mundo. ¿Alguien puede imaginar los fenómenos de conciencia, pensamiento y estética que se pueden estar dando, en un día cualquiera, en el orbe de nuestra lengua a escala planetaria?        
FSM.- Nos gustaría que nos dejaras aquí uno de tus poemas y que nos digas por qué lo has elegido.
JCC.- Pues dejo el siguiente inédito porque me divierte la intertextualidad sanjuanista con el humor barroco. Si como San Juan de la Cruz dice la mística tiene que ser de lo más sensato, el humor es gozo de tratar las cosas.
 
ME HALLÓ UNA ROSA APETECIDA
 

Oh, rosa en seda escondida,
en disimulada ocasión visible,
de fragancia riquísima,

ápice de suave perfección
por acendrado roce que de las embestidas del alma recoges,

a silvestres ramas deseosas prendida,
en undoso chorro vertida y sorprendida.

Siquiera esas simplicísimas gotas seques de tus pétalos.
Regada la calle, aventada y regalada la noche
sin descuido y con denuedo.

A mi causa libre y sin cautela, ello no entorpece;
déjame, así pues, entrar a este lance
que has trocado sosegado entendimiento en inquietud

y este pasaje revelado
a mi orden y método se resiste,

más por oración, en lengua de fe inspirada, principiaré
y a clima propicio el alma llegará con tu rostro en hermosura bañado,
cuanto más llamada, más desnuda,

lo antes humano impedimento, ahora, arreo,
sabrosísima unión,
que enciende y abrasa en morada.

En poderosísimo bien transmutada,
de un centellazo de noche en plenitud cerrada,
al tronco desnudo de dios, abrazada.

 

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