martes, 12 de marzo de 2013

Entrevista a José Manuel Martín Portales

FSM.- José Manuel, acabas de publicar “La lentitud de los triángulos”. ¿Qué es y qué significa para ti la publicación de este nuevo libro?
JMMP.- El librito lo componen dos poemas largos: ‘La lentitud de los triángulos’ y ‘Dentro de Shakespeare’, que fueron premiados en las Justas Poéticas de Reinosa y editados en Cantabria en un pequeño cuadernito, junto al cuento ganador de aquel certamen. Cuando Calixto Torres me ofreció la oportunidad de participar en su colección Año XIII me pareció que estos dos poemas, publicados juntos, mostrarían una cierta complementariedad de lo que vengo haciendo. De una parte, la indagación en los distintos niveles de asumir una misma experiencia, de modo que la ‘poética’ sería la manera de asumirla en relación a la totalidad de mi vida, una perspectiva que no puedo adoptar desde la razón o el sentimiento, siempre encerrados o abocados al saber y a lo inmediato. Cada presente queda misteriosamente abierto y ensancha nuestra perplejidad y admiración ante el extraordinario hecho de poder asumir la existencia desde la conciencia, y no desde la mera supervivencia o autosatisfacción, y eso creo que es una de las cosas que se celebran en el poema. Y por otra parte, en el segundo texto del librito, está la evidencia de que tal experiencia poética es siempre contracultural, porque la poesía, tal como la concibo hoy, no solo supone una crítica al supuesto ‘saber’ del yo sino que por eso mismo abre una posibilidad de desmontar la armazón cultural que nos sirve de interpretación de nosotros mismos y del mundo. La experiencia poética no pretende una nueva interpretación del mundo y del hombre, sino que va más bien contra toda interpretación, contra toda instalación en el ‘mundo interpretado’, que decía Rilke. Dicho esto, la alegría de publicar un librito de poemas tiene siempre que ver con la gente que te quiere, no es la satisfacción por acumular una cosa en la estantería, sino la alegría por provocar un nuevo encuentro, que nunca sabemos cuándo ni cómo se producirá. En este caso concreto, me ha dado la oportunidad de conocer a nuevos hermanos, como el editor Calixto Torres, que ha tenido una hermosa idea y la valentía de inventarse el futuro en estos tiempos tan sombríos.
FSM.- ¿Podrías hablarnos algo del resto de tus libros publicados?
JMMP.- Comencé a escribir muy joven, pero siempre tuve suficiente sentido común como para saber que mis cualidades ‘literarias’ no aportarían nada significativo, y por esa razón nunca ambicioné publicar. En realidad, en mi vida siempre me ha parecido mucho más decisiva la lectura que la escritura. Pero con el paso del tiempo, y mis interminables conversaciones de juventud con mi maestro Pedro Villarejo, me fui dando cuenta de que la poesía no tenía nada que ver con la literatura, y de que uno debe seguir su camino hasta donde le lleve, sin importar a dónde le lleve, sin desear siquiera que le lleve a ninguna parte. Simplemente hay que andar hacia delante todo lo que se pueda. Esta ausencia de ‘metas’ ha sido fundamental en mi vida, porque me ha liberado de ambiciones angustiosas y me ha hecho reconocer que el camino es lo único que importa, y además es mucho más interesante que la meta. Tal vez la literatura tenga algo que ver con las metas del escritor. Pero el poeta ni es un escritor ni tiene metas, entre otras cosas porque no sabe a dónde va, aunque sabe que va. Por esta razón, los libritos que han ido surgiendo en ese camino son ‘libros’ según los que los ven desde fuera, porque son objetos de papel, con páginas y letras. Pero yo no escribo libros, escribo poemas. Y no escribo poemas para que después sean libros, sino simplemente porque tengo que escribirlos cuando alguna experiencia concreta me zarandea y me saca de lo que ya sabía. El hecho de la escritura del poema significa, creo yo, que voy siendo consciente de que la vida es una especie de tránsito misterioso, una especie de estadio no fáctico, que la razón bien puede frustrar encerrándose en su saber, atrincherándose en su propia supervivencia, pero que la conciencia bien puede abrir, aunque esa apertura carezca de las garantías del conocimiento y de las seguridades del poder. Es posible que este sea el ‘camino’ que se pueda deducir de los libritos que han ido apareciendo: ‘Lógica de la perplejidad’, ‘El hombre prohibido’, ‘El espejo vacío’, ‘Crítica de la nada’, ‘Cuaderno de la pobreza’, ‘Todavía la noche’… Puede también que una mirada hacia atrás consiga descubrir ciertas obsesiones, temas, formas… y que en base a eso se pueda decir algo desde el punto de vista literario sobre lo que vengo haciendo, pero sigo pensando, porque ahora soy más lúcido que antes, que no hay ningún ‘valor’ literario significativo en lo que he hecho. Lo único que puedo defender es que he sido honesto conmigo mismo. La historia literaria está hecha para los escritores. No entiendo cómo los poetas han querido entrar por ese camino. Me parece que eso ha ayudado mucho a confundir las cosas. Pero cada uno es muy libre de pensar y hacer lo que crea oportuno.
FSM.-  Has publicado ya casi una decena de libros de poemas, dime, ¿qué se aprende en este ejercicio de la actividad creativa poética?
JMMP.- Cada vez estoy más convencido de que el poema manifiesta una determinada experiencia de tensión interior entre la razón (ideas, creencias, sentimientos, etc.) y la conciencia (lo que yo llamo la ‘pregunta’ por el sentido). La escritura del poema significa que esa tensión es real. Es cierto que dentro de la razón también tiene lugar una tensión permanente, por supuesto, que es la que le permite avanzar en el control cada vez más efectivo de la realidad externa e interna. Y de esa tensión dan fe muy diferentes modos de discurso (literario, metafísico, religioso, filosófico…) Por eso no resulta fácil entender que se produce también otro tipo de tensión que no debe ser confundida con aquélla: la tensión poética, que a mi parecer es la que se produce entre todo ese mundo de la razón y la conciencia. Hasta que tengamos un pensamiento estrictamente poético (un pensamiento de la conciencia), el poema será el lugar de esa especie de ´batalla’: la razón por encerrar la existencia en lo que podemos saber y la conciencia por abrir el saber a una existencia cuyo sentido siempre nos desborda. El poema no es una victoria de la conciencia, por decirlo así, pero sí la confirmación de que ‘hay partido’, como se dice en el fútbol, es decir, la confirmación de que la razón no gana por goleada, ni mucho menos, y por tanto ya no hay nada que hacer; o la confirmación, diría yo, de que nos movemos lentamente hacia una comprensión de la realidad que tiende a liberarse del horizonte fáctico de la supervivencia. Para mí, el poema manifiesta esa lucha, y eso es lo que me importa pensar. Luego, sobre los contenidos formales o temáticos también se puede pensar. Y, desde luego, la evolución de las formas poéticas a lo largo de la historia también me parece significativa, sobre todo a partir del simbolismo y la liberación de la armonía y otros ‘valores artísticos’ impuestos desde fuera. Pero lo importante para mí es que exista el poema, esa es la pregunta radical. Los contenidos del poema tendrán mucho que ver con el momento cultural y la mentalidad del que lo escribe, pero la existencia del poema es ya para mí un signo totalmente desconcertante que un poeta nunca puede dar por superado.
FSM.- ¿Cómo fueron tus comienzos en la poesía? ¿Cuándo te das cuenta de que dentro de ti hay un poeta que tiene cosas que decir?
JMMP.- Creo que comencé a escribir poemas a los doce o trece años. Naturalmente a esa edad yo no tenía nada que decir. Seguramente empecé a escribir poemas para mantener un diálogo interior, para clarificar el sentido de mi propia soledad, supongo, o porque ya sospechaba que el mundo estaba ahí fuera dispuesto a decirme lo que tenía que pensar, lo que tenía que creer, lo que debía saber, lo que tenía que hacer, lo que podía esperar… en fin, que muy pronto me di cuenta de que yo tenía que vivir en el mundo, pero que yo no podía darle al mundo mi vida para que él me la viviera. Mi vida tenía que vivirla yo mismo, aunque no tenía ni idea de cómo podría hacerlo, ni siquiera sabía si eso sería posible. Y por eso comencé a escribir, supongo. Han pasado muchos años desde entonces, pero aún hoy tengo la misma motivación. Se podría decir que es una simple cuestión de autoafirmación psicológica, pero con el tiempo tengo cada día más claro que no es un problema del ‘yo’ que pretende ser alguien frente al mundo de los otros, sino un problema muy distinto y creo que bastante más complejo: la conciencia aparece como un estadio nuevo en el devenir de la existencia, pero aparece en el estadio de la vida biológica, que se organiza racionalmente en orden a la supervivencia. Entonces, la vida humana es claramente un estadio de transición entre la razón-supervivencia-biológica y la conciencia como apertura hacia un no sabemos qué. Si fuese un problema de autoafirmación, ambicionaría el éxito del mundo: tener garantizada la supervivencia y el reconocimiento. Pero no es así. Mi auténtica ambición es que la respuesta del mundo no me robe la pregunta de mi propia conciencia, no frustre mi horizonte, aunque yo desconozca mi horizonte.
FSM.- Todos tus libros de poemas se han publicado gracias a que has ganado un premio literario. ¿Qué se siente al ganar un premio?
JMMP.- El asunto de la publicación ha sido para mí siempre un poco misterioso; como una añadidura que en absoluto estuviese prevista de antemano. Si he querido publicar y me he sentido feliz al hacerlo ha sido por dos razones: en primer lugar porque sé que esto ha hecho feliz a los que me quieren y me aprecian, y en segundo lugar porque me ha dado la oportunidad de compartir algo de mi vida con gente desconocida. Siempre me he preguntado si mi poesía hubiese evolucionado igual si permaneciese en el cajón de mi mesa. El ánimo y la crítica que vienen de fuera de uno mismo son muy importantes en la vida, y creo que ese es el sentido que justifica la publicación de un libro de poemas. El hecho de haber ganado premios se debe a que me he presentado a ellos, es decir, que he preferido que mi obra sea leída y valorada por personas ajenas, que ni siquiera saben que soy yo quien ha escrito lo que están leyendo. Y eso es como la lotería, sencillamente. A veces he tenido suerte. Lo mejor de los premios, para mí, es que me han permitido conocer a gente muy buena con la que sigo en contacto. Por otra parte, publicar y recibir algunos pequeños premios tiene el inconveniente de que pueden considerarte un escritor, porque todo esto está indudablemente en el horizonte de la literatura. Sé que es una incoherencia con respecto a mi manera de pensar la experiencia poética, pero también reconozco que encerrarme en mi habitación hubiera sido inútil. En el fondo, todos estamos aquí y ahora, en el mundo que nos ha tocado, compartiendo nuestras perplejidades y nuestra ternura. Si alguien se considera algo por el hecho de haber publicado yo creo sinceramente que tiene un problema más que una virtud.  
FSM.- José Manuel, en tu opinión ¿qué debe tener un libro de poemas para que digamos que estamos ante un libro de calidad?
JMMP.- La calidad es un concepto problemático. Para mí tiene que ver con la coherencia y la honradez. Si consideramos un poema una obra de arte, por ejemplo, su calidad dependerá de la maestría en la utilización de los recursos artísticos que el autor ha manejado. Si consideramos un poema como algo que tiene que ver con el diálogo entre razón y conciencia, como antes he apuntado, entonces la calidad depende de otras cosas. Pero es verdad que el poema es lenguaje, y que la palabra que utilizamos ya está cargada de significados antes de que la utilicemos, de manera que el poema, en todo caso, será una lucha del lenguaje contra el lenguaje. Esa lucha puede ser un juego lúdico y cultural, en el mejor sentido, y su calidad será artística. Pero esa lucha puede que no sea un juego, y entonces su calidad puede venirle de otros ámbitos. El problema es que el concepto de calidad lo impone la cultura dominante de cada momento. Y creo que el concepto de calidad de la cultura dominante hoy día es una de las evidencias de que nos hemos instalado en una cómoda mediocridad que nos está asfixiando y de la que no sabemos salir. Un buen poema, en todo caso, en mi opinión, es el que no instala en la autosatisfacción al que lo escribe, sino que lo coloca en un estado de expectativa permanente. 
FSM.- De todos tus libros publicados, ¿con cuál te sientes más satisfecho y por qué?
JMMP.- Antes dije que no escribo libros, sino poemas. Esta es una pregunta imposible de responder para mí. En tanto mis publicaciones no se han producido con un propósito inicial, como consecuencia de una intención de partida, no puedo valorar si eso se ha cumplido o se ha frustrado. Lo importante para mí es que cada poema prepara el lugar para el siguiente, y que en ese camino no hay meta posible. Lo que sí te puedo decir es que el poema es mi forma de existir desde la conciencia. Si concibiera la existencia desde la razón o la supervivencia, escribiría otras cosas. Creo que todos mis libritos caminan hacia ese horizonte, con los altibajos lógicos que tiene la vida.
FSM.- Has ejercido el periodismo, ¿te ha influido esa actividad en la conformación de tu poética?
JMMP.- Yo he trabajado de redactor de un periódico durante algunos años, aunque la mayor parte de mi vida laboral lo hice en el taller donde se editaba. El periodismo era una profesión hermosa cuando servía para clarificar la realidad de lo que acontecía, como aquello de limpiar el grano en las eras, antiguamente. Pero después se ha convertido en otra cosa, y parece mentira que el proceso de apropiación que ha hecho el poder de sus servicios le haya resultado tan fácil y tan barato. Supongo que al trabajar  en un periódico he tendido una especie de ventana privilegiada para conocer y comprender los procesos de creación de la pseudorealidad en la que se asienta la sociedad actual, y eso, por reacción, supongo que me ha servido para aferrarme a una poética que toma partido, por decirlo así. Toda poética debe tomar partido, sin duda. En mi caso, tengo muy claro que el poder, como quintaesencia de la razón y la supervivencia, debe ser contestado sistemáticamente por la conciencia, que no pretende sobrevivir sino vivir. Que la gente aspire a sobrevivir es una de las evidencias que nos confirman que se está produciendo una involución terrible. Toda forma de poder tiene que ver con la animalidad.
FSM.- Podrías definir lo que es para ti Poesía.
JMMP.- Las definiciones pertenecen al ámbito de lo racional. Es como delimitar y conocer plenamente algo. Como llevar algo al terreno de la razón, para tenerlo ahí controlado. La experiencia poética es todo lo contrario. Tiene que ver con la pregunta por el sentido, no con las respuestas. La respuesta ha tenido mucho recorrido histórico, se ha ido explicitando desde muchas perspectivas complementarias: la religión, la filosofía, la metafísica, la literatura, la ciencia… La pregunta, sin embargo, cada vez ha sido más ocultada y vive ahora bajo una inmensa capa de respuestas. Para mí la experiencia poética es la instalación en la pregunta, y el esfuerzo cotidiano porque ninguna respuesta me impida caminar hacia ese horizonte.
FSM.- ¿Qué poetas han dejado en ti la impronta de la memoria y el recuerdo de saber que a ellos les debes algo?
JMMP.- Tenemos una tradición maravillosa e inabarcable. A los poetas que vuelvo una y otra vez son san Juan de la Cruz, Pedro Villarejo, Rilke, Borges, Gamoneda, Vicente Haya, Silvio Rodríguez, Amancio Prada, Serrat, Antonio Machado, Cervantes, Valente, Celan, Aleixandre, Lorca, García Calvo…
FSM.- José Manuel, ¿cuál es o debe ser la misión de la poesía?
JMMP.- La cuestión de la utilidad también me parece que cae dentro de la razón, que para estas cosas es muy sabia. Prefiero pensar que la poesía no tiene ninguna utilidad, en el sentido de que no puede ser utilizada. Yo creo que la poesía es un quehacer de la conciencia, y ese quehacer cotidiano resitúa al hombre en el mundo de una determinada manera, que tiene que ver con la pregunta por el sentido, es decir, que tiene que ver con la vida abierta a una especie de novedad inaudita y no con la vida encerrada en el control de la supervivencia. Pero esta actitud en sí misma ya supone una toma de partido bastante radical contra toda forma de conformismo o de poder. Por eso me parece un fraude el que dice tener una experiencia poética y luego vive pendiente del éxito o el halago.
FSM.- Y para acabar nos gustaría que nos dejaras con un poema tuyo y nos digas por qué lo has elegido.
JMMP.- Antes quiero agradecerte, de todo corazón, esta entrevista, pues para mí supone un gran honor compartir espacio en tu página junto a grandes poetas amigos tuyos a los que has tenido la generosidad de unirme. Te dejo un poema del librito ‘Todavía la noche’ que se titula ‘Alberca’. Quizá se me ha ocurrido elegirlo como homenaje a Atalaya, mi pueblo, donde ahora tengo la suerte de vivir, en cuyos huertos me gusta perderme para escuchar.
 
alberca
Quiero mostraros lo que acontece en la pobreza:
el olvido gesta una luz inmóvil
que atraviesa la distancia de los inviernos
llueve sobre la alberca de los niños
que se han dilatado jugando con el frío
hay algo atormentado en el aire
como la densidad de las cerezas abandonadas
entonces una fecundidad desconocida
rasga fugazmente el filo blanco de la sombra
y abre grietas hasta que las hojas de la luz
irrumpen sobre la superficie de la tristeza
y estás allí, como en el centro de un gran jardín desconocido
sin saber quién ha colocado sobre tus hombros
el peso de la serenidad
 

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