martes, 8 de marzo de 2011

El reino blanco, de Luis Alberto de Cuenca


Luis Alberto de Cuenca sacó a la luz El reino blanco un poemario escrito entre los años 2006-2009. Está publicado en la colección Palabra de Honor de Visor Poesía y que dirige Luis García Montero y Jesús García Sánchez. Se trata de un libro de poemas de temas genéricos, pero con una gran profundidad. Estamos ante un poeta versátil y con una gran capacidad para tomar distintos registros poéticos a la hora de escribir el poema. El libro incluye en sus páginas diez epígrafes con un total de 90 poemas. Cada poema nos lleva al encuentro con la sabiduría, que es la finalidad a la que nos aboca este libro. El poeta busca constantemente una reflexión en cada uno de sus poemas y trata de exprimir al máximo la idea que al final destila por sí sola para contagiarnos de las preocupaciones que el poeta tiene contraídas con la existencia. En general su poesía es clara y contundente, pero con un estilo de cierta elevación que no está en contradición con la sencillez del verso. En este libro las temáticas van desde los sueños, homenajes, recuerdos, paisajes, etc, hasta la sensualidad de la sexualidad, es decir, que hay una amplia temática, incluso hay un epígrafe dedicado a su poeta favorito: Tríptico de Foxá, en donde el autor declara su admiración por el poeta diplomático y marqués de Armendáriz, al que nunca llegó a conocer, pero que siguió sus huellas por aquí y por allá, sobre todo en los bares.

Nos quedamos con este poema que da una visión de lo que al poeta le une con otro poeta al que admira.


PARA FOXÁ, A LA MANERA DE CALÍMACO

Me he acordado, Foxá, de que llevas ya muerto
mucho tiempo, y las lágrimas han nublado mis ojos.
Nunca te vi en persona, pero seguí tus huellas
por aquí y por allá, sobre todo en los bares
donde tomaste copas y reinaste, hoy cerrados
en su gran mayoría. Te viví en las anécdotas
que de ti me contaba mi querido tío Alberto,
anécdotas en las que brillaba tu sentido
del humor, tu ironía, tu ingenio incomparable.
Tú te has muerto, Foxá, para siempre, pero ellos,
tus poemas, los ruiseñores de tu canto,
no morirán jamás. La muerte, que termina
con todo, no podrá terminar con sus luces
de plata, con el sol, con el cielo que guardan.
Y tú, desde el sepulcro, en tu noche sin luna,
verás brillar la luna cada vez que se acerque
un lector a tus versos.

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